viernes, 5 de diciembre de 2014

De la Magia del Mundo

La Primera Ley de la Termodinámica es la ley de conservación de la energía, que todos conocemos: La energía ni se crea ni se destruye, sólo se transforma. Es decir, la cantidad de energía es siempre la misma. No se puede extraer de un sistema más energía de la que tenía previamente.
La Segunda Ley dice, a grandes rasgos, que no existe un proceso mediante el que se pueda transformar el 100% de energía en forma de calor en energía en forma de trabajo, ya que siempre se perderá una parte de energía por el camino que no se puede aprovechar.
La Tercera Ley, menos conocida, dice que es imposible alcanzar una temperatura igual al cero absoluto mediante un número finito de procesos, lo que significa que todo lo que existe en el universo tiene algo de calor, y por tanto está sometido a las dos leyes anteriores.

Básicamente, lo que afirman estas tres leyes es:

1 - Usted no puede ganar.
2 - Usted no puede empatar.
3 - Usted ni siquiera puede abandonar el juego.

Las Leyes de la Termodinámica, especialmente la Segunda, son las leyes más comprobadas y más incontestables de toda la física, y sobre ellas se sustenta toda la ciencia. Otra formulación de esta Segunda Ley dice que la entropía en cualquier sistema cerrado tiende a incrementarse con el tiempo hasta alcanzar un equilibrio. Podemos decir que la entropía es la parte de energía que no se puede aprovechar para producir trabajo, y describe lo irreversible de los sucesos termodinámicos. Para poder aprovechar el calor de un objeto, debe transferirlo a otro de menor temperatura. Por ejemplo, una taza de café se enfriará con el tiempo, pero lo contrario no ocurrirá nunca. El universo tiende a distribuir la energía uniformemente, de manera que tenga mayor entropía. La entropía indica el grado de desorden de un sistema. Si tenemos un recipiente con dos gases diferentes separados por una pared (a igual presión y temperatura) y la retiramos, los dos gases se mezclarán de forma uniforme, aumentando la entropía.

Todo esto viene a decir que todo en el universo tiende a organizarse de manera desordenada hasta llegar a un equilibrio. Algo que hace un tiempo ya dijo más coloquialmente un tipo: "Si algo puede salir mal, saldrá mal".

Así que la fatalidad rige nuestras vidas. Estamos abocados al fracaso, condenados al caos. Entonces, ¿por qué los seres humanos nos empeñamos en intentar poner orden en nuestro mundo, en luchar contra la tragedia, en desafiar al destino, si no nos queda más remedio que perder? ¿Por qué negarnos a ser marionetas de la adversidad? ¡Porque precisamente eso es lo que nos hace humanos! Vale, no podemos ganar, pero podemos (¡debemos!) intentar perder por la menor diferencia posible. Si no nos rebelásemos contra Murphy aún estaríamos viviendo en cavernas. Y hay momentos en los que casi podemos empatar.

La propia Ley de Murphy contempla que si la Ley de Murphy puede salir mal, saldrá mal. Son esos escasos momentos en los que parece que el mundo se pone de acuerdo y todo funciona como debiera. En los que, contra todo pronóstico, los planes salen bien y no todo está perdido. Esos momentos en los que sientes que todo es tan hermoso que dan ganas de llorar, y el corazón se desborda, y parece que el tiempo se detiene. ¿Y si la belleza fuese un sentimiento?

¡He ahí la Magia del Mundo!

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