Se ha dicho que la historia de Panjin y el Gorro Mágico es la crónica
del fin de una era. Es la crónica de las noches del Madrid crápula del
cambio de siglo, de los últimos tiempos del Sherry's, con su fauna y
su Kali Pakito, y de los últimos decadentistas de Vázquez de Mella. Su
desaparición supuso el fin de las Grandes Fiestas, y trajo consigo el
germen de algo que se dio en llamar Fiestas del Pan.
Dicho
gorro tenía la capacidad de atraer hacia sí la Magia del Mundo. Para
semejante pérdida no existe consuelo posible. Desapareció, anegado por
un mar de memes y cemento, como Beleriand bajo las aguas. Puede que
vuelva a aparecer otro Gorro Mágico, para otra persona, en otro lugar,
en otro tiempo. Y precisamente su existencia se ve acentuada por su
ausencia. “Hasta que al final desaparece, sin dejar rastros de su
existencia ni dentro ni fuera del sistema”.
Pero la magia
sigue fluyendo a nuestro alrededor. ¿Y si la ausencia del original
provocase la aparición de copias sin un original? ¿Y si al salir todos
con un gorro a la calle se formase una especie de red virtual, una
cuarta conciencia, que nos conectase, capaz de atraer la Magia? ¿Y si
esa capacidad de atracción pudiera manifestarse de manera cada vez menos
limitada en seres individuales, de forma que nosotros, en nuestra
inocencia, pudiéramos aprovechar? ¿Y si...?
Existe la
tradición de que cada año, el primer sábado de diciembre, en el
aniversario de la pérdida, salga todo el mundo con un gorro a la calle.
En conmemoración, en homenaje. Para que no se olvide. Y así quizás todos
nos podamos sentir un poquito más mágicos.
In memoriam.
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